viernes, 29 de octubre de 2010

prostituta de liniers

prostituta de liniers
de ojos perla, de boca felina
a tu alma imploro
otra noche de soledad

una copa mas
del burbujeante brebaje inhibidor

el cuarto rojo es nuestra
casa
y el colchon gris mi sepultura

muevo tu cuerpo
exhausto
acaricio arena blanca
y me sumergo en el vaiven lento del ocaso.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Amor sobre ruedas.

Facundo, paralítico de 25 años recién cumplidos, virgen y soltero. Las prostitutas le daban asco y acercarse a una mujer le producía temblores.
Bajando en silla de ruedas por las calles vacías del mediodía, decide empezar a trasnochar religiosamente en todos los bares y cuevas del oeste en busca de una amada.
Luego de 65 noches e incontables fracasos, cierta mañana (porque eran las 3 de la mañana) la vió parada tomando cerveza, una Diosa de piel oscura y pollera cortísima que se hundió en el corazón del pobre Facundo que se acercaba haciendo girar las ruedas oxidadas, queriendo adentrarse entre el paraiso de sus piernas y allí sentir toda su miel. El encare fue miserable:
--Hola muñeca. A vos te conozco de algún lado
--No, no creo
--Entonces me encantaría hacerlo. Querés tomar algo ?
--Jiji bueno
Facundo le pagó 5 tragos y después de insistirle y casi rogarle pudo sacarle el teléfono.
Pensó en verla toda la primavera pero la llamaba y nunca atendía. Finalmente se percató de que era un número falso y de que nunca más la encontraría.

Sin embargo, todavia sueña con los detalles de una ilusoria primer cita:
El llegaría caminando elegantemente y ella lo esperaría ansiosa y radiante en la mesa de un restaurant. Beberían, comerían, volverían a beber, luego chocarían sus labios y al caer la medianoche harían suavemente el amor bajo la oscuridad de un callejón mugriento.

domingo, 8 de agosto de 2010

Grisel.

El sol abraza las casas bajas. Un lago colmado de pájaros moja la arena. Cierta calma pesa sobre las calles aturdidas y el pavimento hierve bajo un mediodía anaranjado. El ruido roto de un ventilador resuena mientras duermo con un brazo colgando de la cama, casi tocando el suelo.
Ya despierto, meto dos huevos fritos y una porción de pizza en la octava maravilla de la humanidad: el microondas. Arrancada la espera de 0:59 segundos de cocción, miro mis pies y veo dos barcos hundiéndose en el abismo, entre piedras filosas y reptiles hambrientos. Lluvia ácida y zombies nazis caen de un negro cielo. Ya no queda esperanza.
El timbre de los 0:00 segundos me retorna a la viva realidad, siento hambre y mis manos sudan.
Golpean la puerta. Al abrir, irrumpe desaforadamente en mi cuarto Grisel. Harapienta, perfumada de mugre y resaca. Anoche durmió en un banco de plaza y su cara está demacrada. La invito a sentarse y sobre el único plato que tengo le sirvo los huevos fritos y la porción de pizza.
Mastica atractivamente y en silencio la observo. Grisel es una de esas embarcaciones en llamas que se hunde en aguas profundas y me arrastra consigo.

Entre cigarros.

Prendí un cigarrillo. Se respiraba un aire helado que castigaba los pulmones. La noche, entristecida por los edificios grises, envolvía de soledad mi caminar. Me detuve frente a una puerta semiabierta en la que bailoteaban intrépidas luces de colores. Una música confusa rugía desde adentro y, sin más que hacer, pasé.
Manchas amarillas de humedad ornamentaban los altos muros del prostíbulo y los concurrentes eran en su mayoría tacheros ebrios y ancianos. La razón que me dirigió a aquel lugar la desconozco. Me senté en una mesa apartada y pedí vino. Una mujer que fumaba nerviosamente, se aproximó y, como si me conociera, se sentó a mi lado. Tenía el pelo largo teñido de rubio, semblante pálido y un lunar pintado arriba de su boca.
-Soy Lupe- dijo.
-Sos el ser más horrendo y monstruoso que existe- le dije.
-Vos también. Vámonos arriba y nos conocemos mejor- contestó con una sonrisa inexpresiva.
Tras ella subí unas escaleras y la seguí hasta un pequeño cuarto. Una cama y una estufa vieja era todo lo que yacía entre esas cuatro paredes húmedas. Me acosté sobre las sabanas rojas y nos desnudamos, ella cariciaba mi cuello y me besaba. Recorrí su cuerpo con mi boca hasta llegar a la suya. Un haz de luz suave se escapaba de sus ojos. Entonces empecé a estrangularla con tal fuerza que no pudo gritar, jadeaba desesperadamente y se desvanecía. Finalmente abandonó su
cuerpo dejando un cadáver blanquecino entre mis manos. Arrojé cincuenta pesos sobre su vientre cicatrizado de cesárea y salí a la calle.
Ya empezaba a clarear, el cielo se tornaba delicadamente azul. Pájaros amanecidos vertían su canto en la mañana. Desde la cima de una gran fuente se asomaba flamante el sol y sus rayos como agujas atravesaban el caudal de agua. Mientras yo, hastiado de mi, encendía otro cigarrillo.

lunes, 12 de abril de 2010

"creemos que miramos el cielo pero es el cielo quien nos mira, nos vio nacer y morir millones de veces y sigue ahí, inmortal y espectante de las genialidades y torpezas del hombre" dije al terminar mi vaso de vino.
en ese momento me sentí puro. ahogado por mis propias palabras. una noche, como tantas otras, de declaraciones profundas, revelaciones repentinas de los mas íntimos secretos y debilidades al primer borracho que te cruzás.

durmiendo con la muerta

la vida de Horacio era aburrida. el trabajo en la oficina lo malhumoraba y la relación con su mujer, Lidia, iba de mal en peor. cuando se sumergía en el alcohol, las discusiones rozaban la violencia física. ella nunca había podido quedar embarazada.
una noche, luego de una cena en silencio, Lidia le exigió sentarse a hablar sobre la separación, argumentando que el matrimonio se estaba destruyendo cada vez más y más y más y más y más y más. a lo que él contestó con cerveza en mano y sin quitar la mirada del televisor:
-no me jodás. callate y andate a dormir.
Lidia se calló y se fue a dormir.
eran ya las 12 de la noche, Horacio apagó el televisor y se disponía a acostarse cuando un grito estremecedor paralizó toda la casa. tragó saliva y preguntó temblando al cuarto donde dormía su esposa:
-¡¿qué pasó, Lidia?!
el silencio reinaba. con paso lento y cauteloso se dirigió hacia la puerta y notó manos de sangre marcadas en todo el pasillo. fue entonces que abrió de golpe y se encontró con un espectáculo desgarrador:
Lidia yacía muerta hace meses sobre la cama; en estado de descomposición y con moscas violándole alrededor. Horacio jamas la había visto.

ni

a
m
a
d
o.

sueño.

soñé que corría a la orilla
con hambre de almejas
pero atado al ancla de tus piernas
me vi inmovilizado.

entonces te miré y
la luna descendió
cubriendo tu vestido blanco,
y entre pétalos y mariposas,
gotearon de tu boca
dos palabras:
te amo.

lunes, 22 de febrero de 2010

r

cada vez que estoy por entrar a mi pieza, un paso antes de abrir la puerta, imagino que hay una chica rubia y sin cara saltando sobre mi cama. y se ríe. no tiene cara pero yo se que se ríe.

miércoles, 10 de febrero de 2010

gris-naranja.

el hedor a golondrina y antílope podridos
impregnado en las paredes carcomidas,
o mas bien, destruidas por la humedad.
el gris-naranja del cuarto

evocaba a un abismo visual.
acostarse en la cama y
mirar el gris-naranja
era una sensación
de sometimiento total,
de estar cautivo
bajo los pies
del diablo.

una noche, luego de
una borrachera atroz,
volví a mi cuarto
y clavé mis ojos
fijamente
sobre aquel gris-naranja.
al principio creí haberle ganado a la muerte
pero en cuanto las paredes se tornaron rojas
y comenzaron a gotear,
supe que los flamencos
son los seres mas bellos de la tierra.